La recogida de envases agrarios para su reciclado está en el día a día de viveros, empresas de paisajismo y explotaciones agrícolas, sobre todo aquellos insumos como fertilizantes, fitosanitarios o bioestimulantes agrícolas.
Estos productos son indispensables para garantizar la sanidad y el vigor de nuestras plantas y cultivos, pero su uso conlleva una responsabilidad ineludible: la correcta gestión de sus envases una vez vacíos. Lejos de ser un simple desecho, estos recipientes son un residuo que, gestionado adecuadamente, se convierte en un recurso valioso dentro de un modelo de economía circular.
La importancia de una recogida organizada de envases agrícolas.
La importancia de una recogida organizada de estos envases va más allá del simple cumplimiento normativo. Abandonarlos en el campo o desecharlos junto a los residuos domésticos supone un riesgo ambiental que un profesional del sector verde no puede permitirse.
Los restos de producto que puedan quedar en su interior pueden contaminar suelos y acuíferos, afectando a la misma tierra que con tanto esmero trabajamos. Por ello, la canalización de estos materiales hacia un proceso de reciclaje seguro es un pilar fundamental de la sostenibilidad en nuestra actividad.
El SCRAP agrícola.
Aquí es donde entran en juego los Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP). Este modelo de gestión, es este caso un SCRAP agrícola, representa el compromiso de la propia industria, donde los fabricantes de productos agrarios asumen la responsabilidad sobre el ciclo de vida completo de sus envases.
A través de estos sistemas, se financia y organiza una red de puntos de recogida estratégicamente situados, generalmente en cooperativas o distribuidores de insumos, facilitando al máximo que los profesionales puedan depositar sus envases vacíos de forma cómoda y segura.
Método de reciclaje de un envase.
En el proceso de reciclaje de un envase, en realidad se trata de una cadena de responsabilidad compartida que comienza en manos del usuario final, quien lo debe entregar en un punto de recogida proporcionado por el SCRAB. Estos se encuentran repartidos estratégicamente por todo el territorio del país.
El primer paso, y uno de los más importantes, es el triple enjuague del envase inmediatamente después de su vaciado. Esta práctica consiste en llenar el recipiente con agua hasta una cuarta parte de su capacidad, agitarlo enérgicamente y verter el contenido en el tanque de aplicación para aprovechar hasta la última gota de producto. Repetir esta operación tres veces no solo garantiza un uso más eficiente del insumo, sino que descontamina el plástico, convirtiéndolo en un residuo no peligroso y apto para ser reciclado.
Una vez limpios, los envases deben ser inutilizados, por ejemplo, mediante una perforación, para evitar su reutilización con otros fines. Acto seguido, se trasladan al punto de recogida más cercano. Es en ese momento cuando el envase entra oficialmente en el circuito de la economía circular.
El sistema colectivo se encarga de su transporte a plantas de tratamiento específicas, primero a una de clasificación (según materiales), y seguidamente a otra donde el plástico clasificado será triturado, lavado y transformado en granza, una materia prima reciclada que se utilizará para fabricar nuevos productos, como tuberías, conos de señalización o incluso nuevo mobiliario urbano.
Compromiso con la correcta gestión de envases residuo.
Para un responsable de una empresa de restauración paisajística, un diseñador de jardines o un ingeniero de cultivos, adoptar y promover esta práctica no es una tarea menor. Es un reflejo directo de la calidad y la ética profesional.
Demuestra un compromiso real con el medioambiente que va más allá de la creación de espacios verdes estéticamente agradables. Se trata de asegurar que toda la cadena de valor de nuestro trabajo sea coherente con el respeto por el entorno, un valor cada vez más apreciado por clientes y por la sociedad en su conjunto.
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