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El cuidado de las Tillandsias

flores de tillandsias

Para el cuidado de las Tillandsias, debemos partir de que muchas de las especies de este género son epifitas. Esto quiere decir que crecen en la naturaleza normalmente sobre otras plantas, generalmente sobre los árboles, sin llegar a tener la categoría de parásitos. También las hay litofitas, que por lo tanto crecen sobre rocas, techos, líneas de teléfono, etc. Muy pocas especies crecen directamente en la tierra. Si nos fijamos vemos que más que raíces, en realidad posee una especie de ganchos con los que se agarra a estas superficies.

Así, el cuidado de las Tillandsias va a ser muy escaso aunque os aportamos algunos consejos.

Las Tillandsias tienen sus hojas y tallos cubiertos de diminutas escamas llamadas tricomas. Estas son las encargadas de recoger el agua de la lluvia y de la humedad ambiente en la naturaleza, así como de los nutrientes que se encuentran en ella. Son órganos especializados, equivalentes en su función a los pelos absorbentes de las tradicionales raíces.

Normalmente las compramos en composiciones ornamentales, jugando con diferentes especies. Estas exóticas composiciones se realizan normalmente sobre troncos o trozos de corteza, corcho virgen de alcornoque, etc. Las composiciones suelen realizarse con diferentes adhesivos para su fijación estratégica en las mismas.

Las Tillandsias son disfrutadas en casa como plantas de interior. Su aspecto es exótico y atrayente a la vez. Una vez en casa, aunque no lo parezca es una planta viva en constante desarrollo. Por lo tanto, deberemos “regarla o aportarle humedad”, aunque la Tillandsia o Clavel del aire, como también se le conoce, no necesita casi riego. Para ello le rociaremos el follaje unas dos o tres veces por semana con agua libre de cloro, a la que le añadiremos cada quince días un abono foliar a la dosis más baja recomendada por el fabricante.

Si el ambiente es muy seco, le aportaremos humedad con más frecuencia, llegando incluso de vez en cuando a sumergirlas totalmente en agua durante una hora, se sacarán escurriéndolas mediante unas leves sacudidas y colocándolas en el lugar en el que se encontraban.

La ubicación puede ser muy diferente en función de la zona geográfica donde se encuentre. Como consejo base, en el hemisferio norte optaremos por una exposición de luz indirecta y en invierno a pleno sol. Siempre lo más cerca posible de una ventana soleada. Si están al exterior, les encanta el movimiento suave del aire fresco.

Con la temperatura sucede lo mismo: va en función de especie. La gama oscila entre los 10 y 30°C siendo sensibles en su mayoría a las heladas, a excepción de la especie más robusta como es la Tillandsia usneoides, que pueden tolerar heladas por la noche alrededor de -10°C.

La floración de las Tillandsias no es su aspecto principal como valor ‘ornamental comercial’, sin que ello no quiera decir que no produzcan bellas flores. Las Tillandsias se cultivan por su aspecto en general y no por su flor.

Como decimos, esto no quiere decir que algunas de sus flores sean impresionantes. Lo que sí sucede en algunas especies de Tillandsias es que tras su floración mueren. Pero esto no debe de preocuparnos ya que los nuevos brotes alrededor son en realidad nuevas plantas de Tillandsias, que además podemos aprovechar para su multiplicación.

En el cuidado de las Tillandsias, el capítulo de plagas y enfermedades carece prácticamente de sentido. Sólo es testimonial el problema de la Araña roja en ambientes muy secos, provocando la palidez de sus las hojas. Aumentando la humedad sobre sus hojas se evitan estos problemas.

En cuanto a su multiplicación, es por semilla… la opción menos extendida, y la división de mata, método más rápido y popular.

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