Hay una magia especial en desviar la mirada del suelo y encontrar la vida floreciendo en el aire. Y son las cestas colgantes las que nos invitan a ese juego, a pintar nuestras casas y balcones con pinceladas verdes y cascadas de flores que flotan, desafiando la gravedad.
Estas cestas colgantes son mucho más que una maceta; son una oportunidad para convertirnos en artistas de nuestro propio jardín vertical, una forma sencilla y hermosa de multiplicar los espacios de la naturaleza en nuestro día a día. Si deseas tener un rincón más frondoso, pero te faltaba espacio, te descubrimos cómo hacerlo crecer hacia arriba.
Crea nuevos espacios con una cesta colgante.
Lanzarse a crear una cesta colgante propia es una de las experiencias más gratificantes para cualquier amante de las plantas. El proceso es un disfrute en sí mismo y te permite dar rienda suelta a la creatividad.
Para empezar, necesitarás una estructura base que sirva de esqueleto. La más habitual es la de alambre, ligera y resistente, que ya suele venir preparada con sus cadenas. Pero no te limites; un viejo colador de metal mediano o grande, o una cesta de mimbre pueden tener una segunda vida.
A continuación, hay que vestir ese esqueleto con un forro que acoja la tierra. La fibra de coco es de las más interesantes por su aspecto rústico y natural, aunque el musgo o la tela de arpillera también crean efectos preciosos.
Un pequeño truco de jardinero, sobre todo si la vas a colgar dentro de casa, es poner en el fondo un trozo de plástico de alguna bolsa de sustrato, con unos agujeritos, para que retenga parte de la humedad y no gotee sobre el parqué.
Con la cesta ya preparada, llega el momento de jugar con el sustrato ligero y, por fin, con las plantas.
Dónde poner las cestas colgantes.
Una vez que tu creación está lista, la siguiente pregunta es: ¿dónde lucirá mejor? Piensa en tu cesta como en un cuadro vivo. Un par de ellas flanqueando la puerta de entrada son una declaración de bienvenida inmejorable. En un balcón, colgarlas a diferentes alturas crea una sensación de profundidad y abundancia, un pequeño edén privado.
Imagina una sobre la mesa de la terraza, suspendida como una lámpara de araña vegetal, creando un ambiente único durante las cenas de verano.
Dentro de casa, busca ese rincón luminoso junto a una ventana para que sus hojas se muevan con la brisa, o atrévete a poner un helecho en el baño para darle un toque de spa natural.
Cuidar de estos jardines aéreos tiene sus secretos, pero son sencillos. El principal es el riego. Al estar más expuestas, la tierra se seca antes, por lo que tendrás que tocarlos con frecuencia para comprobar su humedad.
En los meses de calor, no te extrañe tener que regarlas a diario. Como el espacio para las raíces es limitado, agradecen un aporte de alimento líquido cada par de semanas en primavera y verano. Y no te olvides de mimarlas, quitando las flores marchitas para que te regalen otras nuevas.
Plantas para cestas colgantes.
La elección de las plantas es lo que definirá la personalidad de tu cesta. Las reinas indiscutibles son las de porte colgante. Piensa en la explosión de color de las surfinias y los geranios murcianas Pelargonium peltatum, la delicadeza de las fucsias (Fuchsia hybrida) o la elegancia perenne de una hiedra.
Para el interior, plantas como el pothos (Epipremnum aureus), la planta rosario o las cintas son infalibles y crearán esas cortinas vegetales que tanto nos gustan. Atrévete a experimentar, a mezclar texturas y colores. Al fin y al cabo, de eso se trata la jardinería: de crear belleza y disfrutar del proceso.